Ahora llegó el momento de hablar del YO DEBO, tiene que ver con nuestro deber, con la responsabilidad que tenemos como seres humanos de buscar hacer el bien, con Dios y con nuestros semejantes. Es de gran importancia enseñarles a nuestros hijos e hijas la responsabilidad, entre más pequeños mejor.
Nuestra labor como padres es educar a nuestros hijos para que se conviertan en personas independientes y responsables capaces de generar cambios positivos en su alrededor. Para lograr ese objetivo debemos entrenar sus conciencias. Charlotte Mason dice que tener una buena conciencia tiene que ver con la capacidad de discernir el bien y el mal, pero que además está entrenada para percibir las cualidades que tanto el bien y el mal tienen, en otras palabras, sabe sus consecuencias. (Vol I, pág.334)
Nuestro lema comienza afirmando nuestra identidad: yo soy un fragmento divino, de esta premisa se desprende, no solo la identidad como persona, sino que también lo liga a la responsabilidad. Somos parte de un todo, somos como una pieza de rompecabeza. Cada pieza es única, pueda ser que tenga la misma forma, pero su color es diferente o pueda ser que tengan el mismo color, pero tienen un punto o línea distintiva, o su forma distinta. Pero, sobre todo, cada pieza es exclusiva porque ocupa un lugar único. Si nos falta una pieza, por muy pequeña que sea, el rompecabeza está incompleto.
Como seres humanos funcionamos como una pieza. Formamos parte de un todo, que tiene sus propias reglas, para poder funcionar de una manera adecuada. Desconectado del todo perdemos la identidad. Desarrollar las conciencias de nuestros hijos tienen que ver con esa capacidad de discernir desde muy pequeños qué es el bien común. Hay reglas o valores para poder funcionar en armonía.
Cuando no cumplimos con estas reglas o cuando no queremos o no sabemos que rol jugamos en este mundo, dejamos a los demás fragmentados. Nuestros hijos necesitan saber que son parte de algo más grande, y que cuando encuentran su misión en esta vida contribuyen no solo a su propia felicidad sino a la de todos. Pero además, necesitan saber que cuando cumplen las reglas, todos funcionamos mejor.
¿Cuáles son esas reglas? Aunque cada familia o escuela tenga sus propias reglas (la hora de levantarse o de acostarse, recoger el plato después de comer, saludar cuando se entra a un lugar, decir gracias o por favor, etc.), hay reglas universales como los 10 mandamientos que nos ayudan a desarrollar o entrenar nuestras conciencias y la de nuestros hijos. Estos valores o reglas se resumen en: el amor al Creador, a uno mismo y al prójimo. En esas reglas se engloba el respeto, la paz, los buenos hábitos, la perseverancia, el autocontrol, la disciplina, la libertad, etc.
Esto me lleva a otro punto interesante, el yo debo, me obliga a cumplir esas reglas, pero podemos hacerlo por pura obligación, temor o por amor y con entendimiento. Cuando nuestros hijos logran desarrollar sus conciencias, son capaces de diferenciar lo correcto de lo incorrecto y actuar como personas responsables. Podemos enseñarles a nuestros hijos a obedecer “porque soy tu mamá” “si no lo haces te castigo” o podemos enseñarles que estas reglas han sido establecidas para nuestro bien, pueda ser que no nos gusten, o que en un inicio no las entendamos, pero sabemos que a la larga nos harán bien. Por ejemplo: a nadie le gusta recoger el desorden (juguetes, ropa sucia, etc.) pero si no lo hacemos viviremos en suciedad por tanto debemos enseñarles a nuestros hijos a que después de jugar deben de recoger sus juguetes. Quizá no entiendan muy bien por qué debo obedecer a papá y mamá, pero cuando comprenden que papá y mamá los aman se vuelve más fácil. A lo mejor no les agrade cuando debemos decirles que apaguen el Playstation o la televisión, pero porque los amamos, no podemos dejarlos que lo usen sin horario la tecnología pues les hacemos un mal.
Podemos ayudar a desarrollar la conciencia de nuestros hijos leyéndoles estas reglas universales, pero además leyéndoles o exponiéndolos con fábulas, cuentos o personajes de la vida real que tuvieron que decidir en sus vidas entre escoger hacer lo correcto o no, como La liebre y la tortuga. De esta manera ellos estarán construyendo su carácter y al final decir, como dijera el gran apóstol Pablo “El amor de Jesús me obliga.”
Por: Ethel Turcios. Directora y creadora de la Escuela #ÁrbolDeVida