Hace un par de días, hice un ayuno de casi 25 horas. Tanto el alimento sólido como el líquido es suprimido, incluso el agua. Y esto con el fin de tratar de recordarle al cuerpo que hay algo más allá de esta realidad. Que así como el cuerpo necesita alimento físico, mi alma anhela alimento espiritual.
Como seres humanos necesitamos más que alimento físico, necesitamos una buena dosis de espiritualidad. También nuestra alma necesita una porción de palabras de estima, de aprecio, de dulzura y bondad. Esas son vitaminas para el alma.
El filósofo William James dijo que “el principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado”, Freud dirá que todo ser humano tiene el anhelo de ser grande.
Pensar en un ayuno resulta difícil para unos. Para otros les suena a dietas, o a salud. Para otros un absurdo, incluso una locura si lo tratamos de implementar a la familia completa. Unos pueden pensar que es mucho tiempo y quizá pensarían que dejar a nuestras familias sin comer o beber por tanto tiempo sería una barbaridad.
Sin embargo, a veces hacemos algo peor, dejamos a nuestros hijos a nuestros cónyuges hambreando afecto, los dejamos más que 25 horas, a veces semanas o hasta años sin hacerlos sentir queridos. El alimento de afecto es tan importante como el afecto físico. Como decía James, hay una necesidad, un deseo por ser apreciado.
Dice Dale Carnegie “Alimentamos los cuerpos de nuestros hijos y amigos y empleados; pero muy raras veces alimentamos su propia estima. Les damos carne y papas para que tengan energía; pero descuidamos darles amables palabras de aprecio que cantarían durante años en su recuerdo.”
No hay nada que transforme más la vida de nuestros pequeños que el amor, la afirmación y el afecto. Si solo sembramos críticas, juicios o regaños en nuestros hijos los terminaremos agotando y tarde o temprano apagaremos el brillo de sus ojos. Extinguiremos su chispa, pues no le estamos proveyendo los nutrientes necesarios a su espíritu.
Así como el cuerpo muestra debilidad cuando no le damos el sustento necesario, el espíritu se debilita cuando lo privamos de afecto.
Si queremos hijos de voluntad fuerte, libres y felices, como dice una canción, démosles una sobredosis de ternura. Alimentemos su alma con afecto, con afirmación, con estima y los veremos brillar incluso en las sendas más oscuras.
Por: Ethel Turcios – Creadora y Directora de la Escuela Alternativa #ÁrbolDeVida