La semana pasada aprendimos acerca de nuestra identidad Yo Soy una creación divina, un fragmento del Todo, y al ser un fragmento del Creador vimos como un niño o un joven eran personas completas. Hoy aprenderemos sobre Yo Puedo porque la chispa divina está dentro de mí.
Es muy común etiquetar a los niños por lo que son capaces de hacer o no. Y esta es una costumbre que no es exclusiva en la escuela, también lo hacen muchos padres, etiquetan a sus hijos “torpe, el lento, el sucio, la hablantina, el glotón, etc.” creyendo que nuestros hijos obtienen su valor por lo que pueden o no hacer.
Las etiquetas son muy dañinas pues el niño tiende asumir el rol impuesto, y crece creyendo que no es lo suficientemente listo como “fulanito” para lograr algo. Lo interesante es que no solo las etiquetas negativas son dañinas, también lo terminan siendo esas etiquetas positivas exageradas, “el más rápido del mundo, la más linda” pues cuando no alcanzan un buen resultado, o se preguntan por qué no tengo novio/a si soy la más linda o el más guapo, ellos se frustran y llegan a pensar que su valía o capacidad reside solo en ese valor.
A veces llegamos ya adultos, jugando un rol que nos impusieron, pero que nosotros mismos lo hemos creído. Lo que nos imposibilita llevar a cabo nuestra misión o desenvolvernos bien en algún ámbito.
Cuando comprendemos que la identidad de los niños o jóvenes no depende por sus habilidades, sino por lo que ellos son, un fragmento divino que los hace únicos, también realizamos que nuestros hijos e hijas tienen capacidades y habilidades únicas, aunque no las podamos ver, porque la Chispa divina habita en ellos y ellos podrán lograr todo aquello que se propongan.
Al reafirmar a diario esta premisa de Yo Puedo porque la Chispa divina habita dentro de mí, los niños y jóvenes comprenden que el trabajo y esfuerzo por alcanzar una meta es lo que cuenta, no tanto si tienen algún super poder incorporado, que les permita realizar grandes hazañas como los súper héroes. ¿Quién no quiere ser un súper héroe? Pero incluso en el universo de héroes y heroínas nos encontramos con personas normales que no nacieron con un súper poder y forman parte de la liga o del equipo, como Batman o Ironman simplemente porque quieren ayudar a otros.
Cuando nuestros hijos asimilan que son una creación divina y que por tanto ellos pueden llevar acabo cualquier tarea que se propongan porque dentro de ellos habita la Chispa divina, aprenden a ver al” otro” con respeto, con empatía y tolerancia.
Nuestros hijos quieren agradarnos y al final cumplir con nuestras expectativas. El problema es cuando nosotros ponemos expectativas muy bajas o irreales sobre ellos. No debemos centrarnos tanto en su personalidad para validar sus habilidades. Lo importante es que ellos están en proceso de crecimiento y madurez y no importa cual sea su temperamento o personalidad, nosotros mismos como padres o maestros debemos creer que ellos son capaces, pues todo se puede lograr con disciplina o buenos hábitos (trabajo y esfuerzo). Y pronto veremos florecer en ellos su potencial.
Por ejemplo, puede ser que alguno de nuestros hijos no sea muy ordenado. Tendemos a pensar que es “desordenado” y siempre será así porque su personalidad es así. O que no sea muy atlético porque no es muy “coordinado”. O que nunca podrá cantar porque es desentonado. Su personalidad puede ser extrovertida, vigorosa, tímida o cómoda, pero no tiene nada que ver con lo que ellos son capaces de hacer, eso depende de los buenos hábitos, y estos, son independientes a la personalidad. Por tanto, nuestros chicos son capaces de hacer grandes hazañas y de conquistar toda cima.
Al final, es la constancia, el esfuerzo, los buenos hábitos los que nos permiten vencer los obstáculos más difíciles y no las habilidades natas que tengamos.
Eso lo comprobé ya de adulta, al obtener mi cinta negra. Pues no soy muy coordinada, para mover el pie izquierdo debo de pensar cuál es, me cuesta la memoria espacial, nunca fui muy atlética y mis reflejos dan mucho de qué hablar. Pero la constancia, la disciplina, el esfuerzo, el deseo y un Sensei que creyó en que yo era capaz, me hizo decir “yo puedo”.
Por: Ethel Turcios. Directora y creadora de Árbol de Vida