La semana pasada vimos la importancia de tener un lema que moldea la vida de nuestros estudiantes o hijos de una manera integral, no solo en el área académica. Hoy nos centraremos en “Yo soy”.

¿Quién soy? Una pregunta muy filosófica que muchos nos la comenzamos a preguntar en nuestra edad adulta. Algunos, quizá nunca. Aunque no nos hagamos esta pregunta directamente, es interesante como desde niños buscamos modelos como referentes. Buscamos esos héroes o heroínas en caricaturas, películas o libros que nos den una guía de cómo ser. Y es que, a mi parecer, en el fondo nuestra alma anda buscando su propia identidad.

Es muy común ver a los niños, incluso jóvenes disfrazarse o hablar como algún personaje en especial. Es muy raro encontrar a algún adulto vestido con capa. ¿Por qué? Será que encontraron el héroe que son, o en el fondo quisieran seguir usando el antifaz, pero se dan cuenta que esos son personajes de ficción y las obligaciones del día a día no les permite continuar con esa búsqueda que comenzó de niños. Y eso los lleva a vivir muchas veces, vidas de frustración, pues no logran responder en realidad ¿Quién soy?

Es por ello, la importancia de poder plasmar en el corazón de nuestros hijos esta frase de Yo soy: una creación divina, soy un fragmento del Todo, soy invaluable, soy amado y único. Cuando los niños o jóvenes realizan que no son producto de la casualidad, que dentro de ellos hay una chispa de divinidad, se sienten amados y especiales.

Comienzan a darse cuenta de que dentro de ellos está esa chispa divina que los hace únicos, y por ende comienzan desde muy pequeños a buscar esa misión tan especial que tienen en sus vidas.

Esta frase no solo les ayuda a nuestros hijos a formar su identidad, sino que también a nosotros como padres o maestros nos recuerda que nuestros hijos son personas completas, (no medio personas que tenemos que ir llenando para completarlas) nuestros hijos tienen sus propios gustos, sueños y anhelos. Tienen su propia misión en la vida, como padres y maestros hemos sido puestos en sus vidas como guías, para ayudarles a encontrar su esencia, su camino, no para imponer el nuestro.

Cuando escuchamos a nuestros hijos, cuando los alimentamos con un buen libro o una película, cuando les damos lo mejor (no por marcas extravagantes, sino lo que como padres podemos comprarles) cuando les damos lo mejor de nuestro tiempo, lo mejor de nosotros, les estamos mostrando cuan importantes son, cuan valiosos son incluso para el mundo.

Todos en algún momento soñamos con ser un héroe o una heroína, no tenemos por qué renunciar a serlo, pues cuando recordamos Yo soy ese fragmento del Todo, esa creación divina, nos damos cuenta que nos convertimos en esos héroes de carne y hueso pues hay que cumplir con esa misión única que cada uno de nosotros tenemos y nadie más que nosotros la puede llevar a cabo.

Por: Ethel Turcios, Directora y Creadora #ÁrbolDeVida